martes, 22 de septiembre de 2009

"Amor y Odio"



El miedo hace que, en lo que amor se refiere, algunas personas (como yo) asistan como espectadores a sus propias vidas. Tienen miedo de sentir, de sufrir de ser traicionados, tragados, burlados, ahogados o rechazados. Incapaces de correr riesgos en sus afectos, establecen relaciones pobres o limitadas. Huyen de los amores viables, boicoteándolos con barreras insalvables o quedándose con parejas que los desafían y les hacen sombra. Atrapados en las telarañas que ellos mismos han construido, sin darse cuenta dejan pasar, una tras otra, las oportunidades que les depara la vida. Fantasean con proyectos amorosos que a última hora rehúyen concretar o que muy luego pierden vigencia. Refugiados en sus defensas, la posibilidad cierta de emprender un amor los angustia de sobremanera. Por eso cada vez que se escabullen de una relación respiran aliviados de haber evitado el peligro. A pesar de su calidez y necesidad de cariño, el terror los mantiene marcando el paso. Dicen no puedo cuando, de verdad, no quieren. Y subsisten en una vida sin amor a costa de mantener amores sin vida. Ese miedo que nos hace poner obstáculos que significan gritos silenciosos, llamadas para que alguien nos derribe la cárcel impenetrable en la que han convertido la piel.
A veces siento que soy la suma de mis miedos y que vivo arrancando, escondiéndome en mi mente racionalizando y justificándolo todo, dándome explicaciones rebuscadas por la aridez de mi vida afectiva. Sé que debo alejarme de esos personajes fantasmas inexistentes que no son más que mi propio miedo.
El miedo al amor puede presentarse con múltiples disfraces, ya sea como timidez, indecisión, escepticismo, mala suerte, realismo, fracasos reiterados, exigencia desmedida o idealización de la soledad y la autonomía. Vale la pena estar atenta porque mientras más rápido pasa el tiempo seguramente yo ya ni siquiera me acuerde por qué o de qué me estoy defendiendo tanto.

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